sábado, 9 de junio de 2012

Cuidado con los comediantes: Son unos charlatanes.

Encuentro este párrafo curioso en el prólogo de Manuel Ángel Conejero a las comedias de Shakespeare, El mercader de Venecia y Como gustéis, editadas por Cátedra. Me parece interesante a la hora de plantearse las diferencias entre la comedia y la tragedia sobretodo como texto dramático y desde el punto de vista del ritmo escénico. En fin, si esto lo tenía en cuenta ese tipejillo inglés y le iba bien, no veo por qué nos iba a hacer daño a nosotros...



Cómo gustéis es posible como comedia siempre que el diseño escrito- elaborado con abundancia, con exceso- tenga una correspondencia en el escenario: en la comedia debe ser evidente el virtuosismo de la expresión, el dominio verbal; en la tragedia por el contrario puede, a veces, ser más significativo el silencio. En la comedia hay que hablar y hablar... ¿Quiere esto decir que en la tragedia no hablan los personajes tanto o más que en las comedias? No es eso exactamente lo que apuntamos, sino que en la tragedia, los personajes hablan, se miran, a veces callan... El total de las palabras es quizás mayor que en la comedia, pero en esta ha de "parecer" que se habla más. Todavía más: ha de parecer que se habla para que otro no hable; que se habla porque no decir nada sería terrible. En Macbeth se habla para informar, para hacer posible el crimen, pero no para abrumar al que escucha. En Macbeth se habla y cuando no hay nada que decir, los personajes se esfuman, desaparecen, mueren. No así en la comedia, donde los personajes siempre tienen algo más que decir, hasta dar la impresión de que nunca llegarán a agotarse en su capacidad de decir ocurrencias, de estar brillantes.

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